Prologo de Luis Spinetta
Buenos Aires, Agosto de 2008
Mi amigo Julio mas conocido por Tarufetti o Doctor Tangalanga, desea incluir un prólogo mío de corazón en su nuevo libro :
El genio humano tiene ejemplos clarísimos, y constantes…
Debo reflexionar más, enciendo otro pucho.
Imagino, entrecerrando los ojos un instante… (en un esfuerzo de inteligencia en el que se me va a reventar el mate) que trabajo para la Revista Yumblin… y entrevisto en la calle Venezuela al 1614 a unos buzos con solapa que en una reciente experiencia extrajeron del Riachuelo unos chalecos con hombreras… Muy interesante…
No paran de hablar, a veces interrumpiéndose, y tardamos una seca charla de una hora hasta tener la oscura aventura de estos hombres vista desde diferentes perspectivas.
Termina el reportaje. Los buzos se van…
Yo salgo pensando en que no quiero tomar un taxi para rajarme, pero pasa justo un auto Patanglen nuevito y lo chisto… me para, entro… y nos alejamos de allí. En la actualidad, en general, los taxis son todos Bedidoli… o Potimeni… pero menos, porque ese modelo es aún más nuevo… (¿No es en éste mismo barrio donde circula el camión de aquel conductor que tiene la tintorería de los mil colores, porque no se sabe si el camión es rojo o es azul… o verde y no se entiende nada…?) Tal vez que sí. Y no lo digo en trastorno…
Desciendo apresuradamente del taxi y el bar de la esquina de casa está abierto y prácticamente vacío, y, ya que estoy, me voy a tomar un café… así también puedo sentarme a escribir y redondear la nota de los buzos para Yumblin…
Ni bien entro, un pibe me mira y me aplaude… y lo miro a la cara y le digo: “¡No, querido, yo acá vengo a trabajar… y vos me aplaudís…!”
De pronto, un hombre entra de espaldas y es como un balde de agua fría… y además, aunque no muestra su cara, será inmediatamente reconocido… la próxima vez que entre…
Y pienso que otro alguien, en algún rincón de Buenos Aires, tiene la cantimplora, y veo que también hay un tipo mirando su pantalón, y comprueba que en los días de tormenta tiene el cierre relámpago…
Y otro tipo entra al bar agitadamente diciendo que la rueda de auxilio del auto pidió socorro… porque las gomas están todas desinfladas, y porque si él tiene un caimán usted lo toca, o bien… ¡claro…! a esta altura no es difícil suponer que alguien aquí en el bar tiene un buen piripicho y lo está disfrutando… y al que pasa por la vereda todavía no le robaron el pescado de un bolsillo, aunque sí la caña de pescar del otro bolsillo… En fin…
¡…Y esta progresión se extiende hasta el infinito… y de golpe el bar está lleno…!
Pero, caramba, la imaginaria tensión desopilante termina en un parpadeo… como ahora… y la ceniza del puchito se voló a la miércoles… y en mi verdadera casa se largó por fin a llover; el cielo se decidió… (como adentro del placard que mandaron a hacer…)
El componente esencial de la risa produce en el sistema nervioso un despliegue de amorosas sustancias preciosas que reorganizan nuestra sangre, vigorizan nuestra fuerza y hacen más graciosa hasta nuestra peor debilidad…
Además: gracias, Julio, por tus chistes, pero también por darnos tu ser común y corriente a quienes tenemos la suerte de conocerte un poquito, nada más… por ese personaje tierno y coloquial que no nos abandona nunca, aún cuando el compact se termina… En definitiva, gracias por ser la persona maravillosa que sos. (Quizás el doctor Tangalanga va a pensar: “Lamento no poder decir lo mismo…”)